sábado, 20 de octubre de 2018

Todos somos emigrantes

Jaime Luis Brito

 A finales de los años 80, estalló la guerra civil salvadoreña. Como entonces era una costumbre, Cuernavaca abrió sus puertas a la emigración. Lo había hecho a mediados de los años 70, cuando Sergio Méndez Arceo gobernaba desde la Catedral, para recibir chilenos, uruguayos, argentinos y más que huían de la represión de los gorilas sudamericanos. Las Comunidades Eclesiales de Base y las pocas organizaciones civiles que por entonces existían, incorporaron a centenares de salvadoreños que huyeron en búsqueda de tierras que les dieran oportunidades.
Más o menos en 1991-92, el Yorch y yo, comenzamos a hacer labor con Luis y Delia para abrir las puertas de la casa de Alta Vista. Ahí había un cuarto que podríamos compartir. Dos chavos salvadoreños vinieron a vivir a nuestra casa. Herbert y William se convirtieron en parte de la familia. No es que hubiera sido todo miel sobre hojuelas, aunque somos latinoamericanos existen diferencias culturales, pero que con disposición fueron fácilmente resolubles.
Doña Delia había nacido en un pueblo colonial criollo en el sur del Estado de México. Mi abuelo Alfredo la había convertido en trabajadora doméstica a los 12 años en el entonces Distrito Federal, donde pasó toda su juventud, encerrada toda la semana haciendo pesadas labores domésticas, mientras iba llegando la familia para vivir en una vecindad en Ixtapalapa.
Don Luis nació en medio de la sierra entre naranjales, ciruelos, mangos y milpa, en la zona norte de Guerrero. Era el más joven de los 12 hijos de mi abuelo Triny (“papacito”, como nos enseñaron a decirle a todos los nietos). Salió de la sierra y vino a Cuernavaca para buscar nuevos horizontes. Compró un terreno, se trajo al papacito, a la tía Santa Ana y al tío Porfi. Aquí en Morelos no había chamba así que se fue con sus sobrinos, casi de su edad, al Distrito Federal. Ahí vivió en una vecindad en Ixtapalapa.
En esas viejas casas se conocieron Delia y Luis. Ahí se enamoraron y decidieron casarse. Luis se armó de valor y con la ayuda de mi abuela Luz, pidió un día a Delia, mediando una caguamas con mi abuelo Alfredo. Se casaron un 9 de septiembre, dos días antes del golpe de Pinochet en Chile, en la iglesia del Calvario. La fiesta se celebró en Alta Vista. Nacieron, una en el Edomex, el otro en Guerrero. Se conocieron en el DF y luego fueron a vivir a Morelos, donde tuvieron dos hijos, el Yorch y yo. Migrantes son, migrantes nacimos.


Quizás por eso fue fácil que mis padres casi adoptaran al Herbert y al William. De pronto, a principios de los 90, ya no tenían dos, ahora tenían cuatro hijos. Un buen día, Herbert decidió que su próximo destino era Canadá y aplicó para emigrar. Allá vive desde finales de los 90. Sigue siendo el hijo de doña Delia y don Luis, y mi carnal a la distancia. El William se mexicanizó. Actualmente tiene dos hijos, se casó con una mujer morelense. Aprendió mecánica y vive de eso. Siempre le gustaron las máquinas.
Pero no sólo. Desde los años 70 muchos de mis primos fueron migrantes en los Estados Unidos. Mi tía Blanca y mi prima la Lupis, viven también allá con sus familias. Y mi bro el Yorch decidió hace siete años hacer familia con la Kathy. Allá nació mi sobrina Clara Casiopea. Con el terror de la llegada de Donald Trump, el Yorch decidió ciudadanizarse: “no quiero que ese hijo de puta un día me separe de mi hija”, me dijo el día que aplicó. Migrante es mi hermano. La Kathy, mi hermana, es hija de una migrante húngara. Su sobrina Iris es hija de una migrante filipina. Migrantes somos.
Hace unos años nos horrorizamos por el drama migrante sirio. En las redes comentamos entre lamentos y mentadas de madre la fotografía del niño ahogado en las playas europeas. Hoy, cuando miles de hermanos hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, huyen de su realidad y pretenden cruzar por nuestro país o, incluso, quedarse. Es indignante leer mensajes racistas, clasistas, xenófobos en redes sociales. Duele comprobar que somos una sociedad racista y profundamente discriminatoria.

He leído algunos mensajes realmente indignantes en los muros de descendientes de migrantes españoles, vascos o norteamericanos, que condenan a nuestros hermanos de Centro América. ¡Imbéciles! Eran los mismos que se rasgaban las vestiduras cuando Trump nos llamaba “violadores y criminales” a los migrantes mexicanos. Ahora sabemos que les molestaba mirarse en el espejo. Imbécil también el presidente mexicano que se pliega nuevamente a las instrucciones de Trump.
“Porque el viaje humano del mundo empezó en África. Desde ahí nuestros abuelos emprendieron la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron los diversos destinos y el sol se ocupó del reparto de los colores. Todos somos africanos y emigrados. Hasta los blancos, blanquísimos. Es bueno recordar ese común origen porque el racismo produce amnesia. Conviene recordar que todos somos emigrados, ahora que la emigración es un crimen castigado”, dijo Eduardo Galeano.
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miércoles, 10 de octubre de 2018

Fonden y Unidos por Morelos, ¿dónde quedó el dinero?

Jaime Luis Brito

Efectos del sismo en Jojutla /Foto: Margarito Pérez Retana
Las tragedias sacan lo mejor y lo peor de los seres humanos. En momentos de emergencia, hombres y mujeres, hacen evidentes sus filias y sus fobias más profundas. Así ocurrió en el sismo del 19 de septiembre de 2017, cuando miles de personas salieron a las calles desde el primer minuto a recuperar el espacio público, pero sobretodo a convertirlo en un lugar para arropar a aquellos que lo perdieron todo. Los jóvenes, esos de los que hacemos bromas todo el tiempo, a los que señalamos como frívolos, nos dieron cachetada con guante blanco y terminaron por enseñarnos que están vivos y más vivos que nunca, y se echaron sobre los hombros los efectos de la tragedia.
Pero también vimos, como siempre, a la clase política ser mezquina y no sólo discriminar la entrega de recursos y apoyos, en algunos casos se guardaron para utilizarlos en tiempos de campaña electoral. El ejemplo más importante de esto fue el entonces gobernador de Morelos, Graco Ramírez y su esposa Elena Cepeda, quienes prácticamente desde los primeros minutos después de la tragedia, implementaron una serie de operativos para intentar acaparar la ayuda que llegaba de otros gobiernos y de las organizaciones de la sociedad civil que se habían organizado, particularmente éstas últimas, para captar la solidaridad que se extendía por todo el país.
Los operativos que todos vimos, intentaron concentrar la ayuda en las bodegas del DIF Morelos, e incluían, según testimonios recabados, que elementos del Mando Único escoltaban a tráiler desde la autopista México-Cuernavaca. Las denuncias comenzaron a circular en las redes sociales, lo que provocó, primero, enojo, pero luego una reacción bien organizada en la que finalmente terminaron tomando las bodegas o incluso, desviando los tráiler hacia la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), haciéndose con la ayuda y distribuyéndola por sus propios medios.
Pero no fue la única acción mezquina de este gobierno. En realidad es sólo la parte más visible. La verdad hay un problema mayor en la entrega de los apoyos para la reconstrucción del patrimonio de miles de familias. Según cifras que reveló hace unos días la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, en Morelos ni el Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) ni el fideicomiso Unidos por Morelos apoyaron al 80 por ciento de las familias afectadas por el sismo. Es decir, de los miles de millones de pesos que supuestamente se destinaron al apoyo a los damnificados, sólo se destinó una parte a ese objetivo, cubriendo apenas a un 20 por ciento de los afectados. ¿Dónde está el resto de los recursos?
Es necesario que, tanto el nuevo gobierno estatal ya en funciones, como el federal que iniciará su trabajo formal el próximo 1º de diciembre, realicen una investigación a fondo para conocer el manejo de los recursos y determinar, en su caso, las responsabilidades de aquellos funcionarios, hasta lo más alto, que los utilizaron para otros fines. Se debe conocer primero la responsabilidad de estos personajes y luego dar un castigo ejemplar. De otra forma, si esto no ocurre, los nuevos gobiernos serán cómplices. En ese caso, debe ser la sociedad civil la que haga sus propias investigaciones y exhiba públicamente a quienes robaron este recurso.
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martes, 9 de octubre de 2018

La peor Legislatura

Jaime Luis Brito

La peor de todas /Foto: Cortesía
Los diputados locales que pertenecieron a la anterior Legislatura de Morelos, salvo contadas excepciones, es considerada como la peor de la historia reciente de la entidad. Las últimas cuatro legislaturas han competido por ser la peor, pero es la 53 la que se lleva las palmas, porque no sólo participó activamente del saqueo, sino porque conculcó una serie de derechos políticos y sexuales de la población morelense, unos por acción directa y otros por omisión negligente.
Participó del saqueo, porque como lo confirma el actual presidente de la mesa directiva del Congreso, Alfonso de Jesús Sotelo Martínez, se repartieron varios millones de pesos durante las últimas horas de esa Legislatura, pero también se gastaron el recurso que estaba destinado al pago a los trabajadores del aguinaldo que ya devengaron.
A eso hay que sumarle las jubilaciones doradas, es decir, el procedimiento por el que se otorgó el retiro a personas que exhibieron documentación apócrifa para demostrar que cumplían con los requisitos. Y también, la sindicalización que hicieron los legisladores anteriores de amigos y familiares, poniendo aún más carga económica a las finanzas mermadas del Estado.
En el marco de los derechos políticos violados por la Legislatura anterior está la derogación de la Ley de Participación Ciudadana, con lo cual se dejó a la gente sin las figuras que le permitían hacer contrapeso a las decisiones autoritarias del poder. Si bien, las llamadas figuras de participación ciudadana no se habían usado debido justamente a una serie de candados de procedimiento, su sola mención en la ley permitía que una sociedad organizada podría hacerse escuchar.
No obstante, esto no ocurrió, pues justo cuando el Frente Amplio Morelense, esa red diversa de organizaciones e incluso instituciones de la entidad, preparaba una solicitud para revocar el mandato de Graco Ramírez, de un plumazo los legisladores en la nómina del Ejecutivo, desecharon la posibilidad. La desaparición de la Ley de Participación Ciudadana representa uno de los retrocesos más importantes en materia de derechos humanos de Morelos.
Lo mismo ocurrió en el sexenio de Marco Antonio Adame Castillo cuando se reformó la Constitución de Morelos para “proteger” la vida desde el momento de la concepción. Con esa modificación constitucional se cerraron las puertas al derecho a decidir de las mujeres sobre su propio cuerpo. La lucha feminista en Morelos viene de lejos y se tuvieron avances sin precedentes a principios de este siglo. Sin embargo, bastó la llegada de un gobierno de derecha para retroceder varios siglos en materia de derechos humanos.
La anterior Legislatura prefirió hacerse de la vista gorda. No quiso el anterior gobierno, menos aún el Congreso anterior, regresar las cosas al estado que guardaban antes de la reforma constitucional. No quisieron devolver a las mujeres la posibilidad de decidir. El aborto no es un capricho. Ninguna mujer aborta por gusto. Según las cifras de organismos internacionales, prohibir el aborto no lo impide. Siguen ocurriendo abortos en condiciones que ponen en riesgo la vida de las mujeres.
Es necesario, para atender un problema de salud pública, como política pública, favorecer que quienes decidan interrumpir un embarazo, lo hagan en condiciones que garanticen la salud y la vida de las mujeres. Así que la omisión y la negligencia de la anterior Legislatura, fue insultante.
Por todo ello, la 53 Legislatura de Morelos, ha sido la peor de todas. Y sólo son dos o tres botones de muestra.
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lunes, 8 de octubre de 2018

Los primeros saldos negros de Graco

Jaime Luis Brito

Parodia de la Asociación Gustavo Salgado en demanda
de que Graco Ramírez sea detenido, procesado y
castigado /Foto: Margarito Pérez Retana/LJM
Ya lo sabíamos. Ya lo habíamos dicho. Lo denunciamos permanentemente mientras ocurría ese desastre que algunos llamaban “gobierno”. Graco Ramírez ha dejado una estela de saqueo y destrucción a su paso por Morelos. Los primeros indicios están a la vista: irregularidades y adeudos en obras públicas, desabasto de medicamentos en los Servicios de Salud, desorganización e ineficiencia en seguridad pública, para empezar.
¿Y dónde está Graco? Se preguntan en las redes y en las calles. En la última retahíla de mentiras que nos aderezó públicamente, en el video y el tsunami de tuis de las últimas horas de su gobierno, aseguró que se quedaba en Morelos, porque deberíamos estarle agradecidos por todo lo que hizo por nosotros. Es muy probable que el tabasqueño haya puesto tierra de por medio desde el 16 de septiembre.
Algunos señalan que estaría en el país, en un lugar donde le pueden garantizar impunidad, donde la policía le asegure poder escapar en caso de alguna acción de la justicia a nivel federal. Esto apuntaría al estado de Quintana Roo, donde gobierna un personaje que fue impulsado por la coalición que Graco se preocupó por conformar, pero también donde dieron trabajo hace poco a quien fuera su jefe de policía favorito, Jesús Alberto Capella Ibarra. Además, la península de Yucatán, es un buen trampolín para brincar a Estados Unidos, Centro y Sudamérica y Europa.
En todo caso, el gran problema no es dónde encontrarlo.  Si Miguel Ángel Yunes pudo dar con Karime Lozano de Duarte, Cuauhtémoc Blanco Bravo seguro daría con Graco Ramírez, con Elena Cepeda o con Rodrigo Gayosso. El problema más bien es cómo conviertes las denuncias públicas en denuncias penales bien sustentadas que obliguen a la justicia local y federal a perseguir, procesar y castigar a este personaje que tanto daño ha hecho a la entidad.
Ese es el problema. Porque hemos visto los resultados de la negociación política. Porque al final, todos están embarrados y se conocen los lados flacos y las complicidades corruptas con indeseables. Ahí tiene usted la “condena” penal a Javier Duarte de Ochoa, que más bien es una burla más a la ciudadanía en México. Esa sentencia es el resultado de esas negociaciones que hacen que estos delincuentes de cuello blanco se exhiban detenidos pero sonrientes.
¿De qué se ríe Javier Duarte? De nosotros. ¿Se reirá Graco cuando lo detengan? No, esperen. Primero habría que preguntarse, ¿lo detendrán? Pero el tabasqueño no lo hizo solo. Están sus secretarios y secretarias, al menos la mitad de ellos se han hecho millonarios a costa de los negocios que realizaron con el erario público. También los diputados que lo acompañaron. Sólo basta mencionar algunos nombres: Andrik Ruiz de Chávez, Sergio Beltrán Toto, Juan Carlos Valencia Vargas, Jesús Capella Ibarra, Topiltzin Contreras MacBeat, por mencionar a algunos de ellos.
El gobierno de Cuauhtémoc Blanco está obligado a realizar investigaciones a fondo para sustentar denuncias penales o administrativas que obligue a estos personajes a rendir cuentas. Pero al mismo tiempo, debe dejar en claro cuáles serán los mecanismos que garanticen que esto que acabamos de vivir no se volverá a repetir. No hacer nada es ser cómplice y si el gobierno actual no cumple, la ciudadanía es la única que puede hacer algo, pero no debe esperar a que llegue la elección de 2021. ¿Cómo? Reconstruyendo un movimiento social que acompañe al nuevo gobierno y le recuerde siempre que se debe a la gente. Ojalá eso resurja en este Morelos tan pulverizado por la lucha de intereses. Abramos el debate serio y comencemos a trabajar.
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sábado, 6 de octubre de 2018

Iván Morán

Jaime Luis Brito

Conocí a Iván en los primeros días de junio de hace como 15 años. Tenía menos de 30. Era un gigante con cara de niño. Ese día habló de la libertad de expresión. Llegó a la reunión a la que me habían invitado y con un discurso escrito habló sobre nuestros derechos. Le pregunté a alguien, supongo que a José Luis Garcitapia o a su hermano Miguel Ángel, ¿quién es? Se llama Iván, me respondió.
Unos años después Andrés Lagunas me lo presentó y nos hicimos amigos. Era fácil hacerse amigo de Iván. Nos encontramos años más tarde, por allá por 2006, cuando él salía del Canal 3 y yo iba llegando. Al despedirse me dijo: “la verdad me quedo con las ganas de que trabajemos juntos”. Pero no fue por mucho tiempo. En el año 2009 Andrés Lagunas me invitó a ser parte de Metrópoli, en donde inicié haciendo comentarios periodísticos.
Luego, hablamos de la posibilidad de que abriéramos otro espacio del que yo me hiciera cargo. En 2010 se concretó la posibilidad. Alberto Millán y yo no éramos amigos, en realidad creo que nunca antes de ese año habíamos cruzado palabra. Él era editor de El Sol de Cuernavaca y yo de La Jornada Morelos, éramos como quien dice, competencia.
Antes de abrir el espacio en radio, era necesario hablar con Millán. Así que Andrés Lagunas e Iván Morán concretaron un encuentro en conocido bar del centro de Cuernavaca. Sentados los cuatro a la mesa, hablamos de lo que venía. Andrés fue el primero en irse, su hija lo reclamaba todas las noches. Luego, Iván, atosigado por una serie de llamadas, simplemente se escapó sin decir adiós. De esa reunión, Millán y yo salimos amigos y compañeros desde entonces.
Ahí, en Metrópoli fue donde trabajamos juntos Iván y yo. Compartimos por ejemplo, la transmisión especial de no sé cuántas horas de la elección de julio de 2012. Y muchas otras historias. Compartíamos además del vicio de la comunicación, el gusto por cantar a la menor provocación. Junto con Oswaldo Salazar, Iván y un servidor, nos peleábamos el micrófono en cuanto convivio de fin de año coincidiéramos.
Compartíamos también los problemas por el sobrepeso y la búsqueda de opciones para deshacernos de la panza. Recuerdo que a él le gustaba el box. Recuerdo también que estuvo entrenando en un gimnasio del centro. Iván era un chamaco, su carácter y su facciones de niño, lo hacían ver todavía más joven a pesar de su corpulencia. Ayer se fue nuestro amigo, siempre atento a informar, a contar las historias que nadie pela, a orientar a la gente, se fue dejándonos una lección final: nos gustan mucho nuestros estilos de vida, aunque a veces pueden matarnos.
El domingo pasado me llamó para decirme que el lunes habría una transmisión especial por la toma de posesión de Cuauhtémoc Blanco Bravo como gobernador de Morelos. Me pidió que estuviera atento para entrar al aire y hacer alguna reflexión sobre el hecho. “Estaremos haciendo enlaces, amigo, antes y después del evento. ¿Nos tomas la llamada?”, preguntó con esa amabilidad que a veces abrumaba un poco.
El lunes me llamó Charly Demesa, productor del noticiero. Me puso al aire con Iván. Hablamos como 10 minutos de los 20 minutos que había tomado la ceremonia. Hablamos de los retos para el estado. Me agradeció y se cortó la llamada. Fue la última vez que hablamos. Ayer me enteré por las redes de lo que había pasado y no podía creerlo. Todavía no puedo creerlo. ¡Qué fácil se nos escapa la vida! ¡Qué tanto cambian las cosas sin darnos cuenta siquiera!
Hay que aprender de todo esto. Un abrazo querido Iván. Nos vemos a la vuelta. ¡Hasta siempre compañero!
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viernes, 5 de octubre de 2018

La UAEM ¿puede esperar?

Jaime Luis Brito

El presidente electo en su mitin de ayer en Cuernavaca.
Lo acompañan, el gobernador Cuauhtémoc Blanco,
el secretario de Gobierno Pablo Ojeda
y la cantante Belinda /Foto Cortesía
Andrés Manuel López Obrador echó un balde de agua fría a los universitarios de Morelos este jueves. La esperanza era que ofreciera abiertamente sus gestiones para conseguir los recursos que se necesitan para que vuelva lo más pronto posible a sus actividades cotidianas, se transformó en un espacio aprovechado por el presidente electo para continuar su discurso contra la corrupción, justo cuando capotea la portada de la revista fifí “Hola”, en la que aparecen su jefe de gabinete y él mismo.
En La crisis en la UAEM, hablamos de las causas del déficit de la máxima casa de estudios de Morelos. Y no sólo ahí, la información sobre las auditorías y uso de los recursos está a la vista. Pero claro que si existen dudas, que se realicen las auditorías necesarias, hasta que no quede duda del manejo del recurso, o, en su caso, hasta que se obtengan las pruebas para ejercer acción legal en contra de quien resulte responsable por el mal manejo de los recursos.
El problema de condicionar la entrega de recursos a la UAEM a los resultados de una nueva auditoría, es que la máxima casa de estudios de Morelos lleva 16 días en huelga, se han acumulado ya dos catorcenas sin pagar, y este es el semestre “corto” del año. En realidad, a la hora de comenzar las clases en agosto, sólo se contaba con 16 semanas de clases regulares y una o dos de exámenes. Al momento, quedan algo así como nueve semanas y la de exámenes. De hecho, una semana más de huelga pondrá en riesgo la viabilidad del semestre.
A ello habrá que sumarle el hecho de que decenas de estudiantes han egresado en estos días de su carrera y los exámenes de titulación, trámites de egreso y graduación, así como de servicio social, han quedado detenidos y por lo tanto, se pone en riesgo también el futuro de estos universitarios. La situación es compleja. Graco Ramírez se encargó de enturbiar, con sus campañas carísimas en medios de comunicación, la precepción social respecto al manejo de los recursos en la UAEM, y hay que sumarle los elementos que incorpora la investigación periodística conocida como La Estafa Maestra.
Todo eso debe investigarse. Que el gobierno haya escatimado los recursos para la UAEM, pero también el manejo que se hizo de los contratos con secretarías federales. Pero no puede condicionarse la ayuda a la universidad a cambio de los resultados de una investigación, porque lo que está en riesgo es la vida académica de más de 43 mil estudiantes, así como la vida de más de seis mil familias.
Pero aún más grave es el hecho de que por un lado se diga que se impulsa la educación superior y por la otra se ponga en riesgo la viabilidad de un proyecto académico como el que representan las universidades públicas estatales. Al final, como se dijo en la entrega anterior, lo que ocurre en la UAEM es un laboratorio de lo que pasará con las demás universidades del país. Si la sociedad permite que se cierren las universidades estatales públicas o las intervenga un comisario federal, estaremos frente a un retroceso que significará un golpe al futuro de las juventudes.
Ojalá pronto haya una solución a la huelga, y haya los recursos para responder a los compromisos que tiene la UAEM con sus trabajadores y así cumplir sus funciones sustantivas: la academia, la investigación y la extensión. Porque la verdad es que el apoyo no puede esperar.
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jueves, 4 de octubre de 2018

La crisis en la UAEM

Jaime Luis Brito

El pasado 12 de septiembre, miles de universitarios marcharon en
Morelos en demanda de presupuesto /Foto: Cortesía
La Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) atraviesa por una crisis que tiene sus orígenes en la política macroeconómica que pretende hacer de la educación pública una mercancía y en el consenso entre las cúpulas de nuestro país de que la población puede sobrevivir con tres mil pesos al mes y que incluso le alcanza para pagar colegiaturas.
Pero también en la política de asedio que Graco Ramírez que sólo fue a la universidad pública para ser oreja de Gobernación durante el movimiento estudiantil y popular de 1968. El tabasqueño ordenó la inhumación clandestina de centenas de cuerpo sin identificar y no le gustó que la UAEM denunciara esa violación a los derechos humanos de las personas.
Así que ahora sabemos que instrumentó desde el inicio una política para no entregar el recurso completo que le correspondía, pero a partir de la denuncia de las fosas, a finales de 2015, la estrategia cambió y apostó por el exterminio de las autoridades universitarias de ese momento y de la propia máxima casa de estudios.
Hay que tomar en cuentas algunos antecedentes. Para empezar, a pesar de que el Congreso aprobó el sistema de pensiones y jubilaciones a mediados de los años 60, ni el gobierno del estado ni el federal aportan un solo peso al presupuesto para ello. Así que al momento de la aprobación del sistema no había personal en condición de jubilarse, con el paso del tiempo el número de retirados es tal que hay momentos en que el pago de este rubro representa una cantidad similar a la de la nómina de los activos.
La otra cosa es que el gobierno federal sólo paga 40 días de aguinaldo al año, mientras que en Morelos, desde el sexenio de Lauro Ortega Martínez, los burócratas y servidores públicos cobran 90 días de aguinaldo al año. Así que los 50 días restantes, deben salir de algún lado, porque el gobierno estatal no aporta recursos para ello tampoco.
Sólo con esos dos rubros el déficit comienza a crecer y para poder pagar a finales de 2016 se tuvo que abrir un hoyo en el presupuesto de 2017 y lo mismo para 2018. Si a ello le sumamos que durante los pasados seis años, la UAEM duplicó y más el número de estudiantes de bachillerato, licenciatura y posgrado, lo que no está considerado en el número de horas clase y profesores que tiene reconocidos la Secretaría de Educación Pública (SEP). Así que ahí también hay un desajuste en las finanzas.
Ahora bien, los malos manejos de los que se habla, los desvíos de recursos, son recurrentes en las universidades públicas estatales, porque hay rubros que se pagan en ellas para los cuales no existe presupuesto destinado. Así que los rectores tapan un hoyo con recursos que dejan otro u otros agujeros. Las evidencias que son ventiladas por la Auditoría Superior de la Federación son verdad, en muchos de los casos, el problema es que ese órgano fiscalizador sólo hace públicos los pliegos de observaciones, pero no nos informa sobre las respuestas que dan los organismos señalados.
No justifico lo que ocurre. Sólo le informo lo que sé del déficit. En el fondo, hay una política de exterminio de la educación pública y como hoy ya publican muchos medios, Graco Ramírez implementó una estrategia para desaparecer a la UAEM. Eso lo estamos viendo ahora y es claro que el movimiento huelguístico se requería hace tiempo. Saludo el esfuerzo de miles de trabajadoras y trabajadores universitarios que todos los días llevan a cabo sus guardias. Saludo los esfuerzos de los estudiantes que dignamente se han solidarizado con sus compañeros universitarios.
La pelota está en la cancha de Cuauhtémoc Blanco y por supuesto de Andrés Manuel López Obrador. Si le digo una cosa, la UAEM y su circunstancia, es un laboratorio de lo que podría pasar con las demás universidades públicas estatales en el país. Todo ello en medio de una propuesta del nuevo gobierno federal de crear nuevas universidades, ojalá que ello no implique el debilitamiento de las que ya existen sino su fortalecimiento.
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martes, 2 de octubre de 2018

Va de Cuento: 3 de octubre*

Jaime Luis Brito


Para Inti la reedición. “Un día me
gustaría influir en la gente, como tú”.
Lo que no sabes es que Dilh y tú son de
las más grandes influencias que tengo.


Por las tierras invadidas,
Por los pueblos conquistados
Por la gente sometida
Por los hombres explotados
Por los muertos en la hoguera
Por el justo ajusticiado
Por el héroe asesinado
Por los fuegos apagados
Yo te nombro Libertad
G F Pagliaro, 1971.


La UNAM de luto, 50 años después. Foto: El Universal

No sé cómo me metí en esto. No puedo recordar bien cómo es que comenzó todo.
Recuerdo que yo sólo era un estudiante de medicina, era bueno, la verdad. En eso estaba cuando esos cabrones de la Voca 5 y de la Isaac Ochoterena se agarraron a madrazos…
Luego de ese 22 de julio, todo fue muy rápido.
Recuerdo que a mi me valía madres todo. Yo sólo pensaba como pasar ese puto examen de anatomía…
Pero no… Mi destino parecía bien marcado. El 26 de julio yo iba caminando a mi casa, por allá cerca de la Ciudadela. Al doblar en una esquina me vi en medio de un grupo grande de chavos –después supe que eran del Poli y que protestaban contra las constantes agresiones y madrazos que los porros y las pandillas les arrimaban bien seguido. Recuerdo que iban echando mierda contra la FNET, la pinche organización de control estudiantil que el gobierno creó.
Entre los manifestantes iba Aura, mi compañera de secundaria –vive cerca de mi casa y la verdad, yo siempre le traje ganas. En cuando me vio, me reconoció y me invitó a caminar junto a ella. O de plano quería que me sumara a la marcha y yo interpreté que quería caminar conmigo. Lo que sea. Yo por supuesto que no lo pensé mucho, me metí luego, luego entre el mar de chavos. Todo estaba muy bien. De hecho me estaba gustando tirar cagada contra esos pinches porros ojetes –la verdad es que a mi también me han puesto en la madre dos o tres veces.
Cuando llegamos al Hemiciclo a Juárez nos encontramos con otra marcha. “El Pelos”, un cuate de Aura –quien además era, por lo que se escuchaba, el que más sabía de política–, nos dijo que eran “comunistas” que conmemoraban “un aniversario más de la Revolución Cubana”. A mi la verdad, eso no me dijo nada, lo único que me tenía allí, en medio de aquella marea humana, era Aura.
Ella estudia Ciencias políticas –en la UNAM, por supuesto-, estaba en la marcha porque tiene un hermano en la Voca 5, y el día de la bronca, a él lo madrearon sin deberla ni temerla…
Cuando llegamos a Madero y Palma, la marcha se detuvo. Después de eso todo fue muy rápido. Las consignas fueron siendo calladas por los lamentos y gritos de dolor de la gente que trataba de huir de los garrotazos y gases lacrimógenos. En la confusión, Aura y yo salimos corriendo sin saber a ciencia cierta de qué huíamos…
Entonces escuchamos dos explosiones que nos llenaron de pavor y fue entonces cuando vimos a los granaderos avanzar contra nosotros… Sin pensarlo mucho, tomé a Aura de la mano y salí corriendo hacia donde creí que no había peligro… Recuerdo como si fuera ayer la sangre en la cabeza de un chavito que corría llorando. También recuerdo esa pinche sensación de que no íbamos a salir de ahí sin que nos madrearan…
Por fin logramos escapar, de milagro estábamos ilesos. Aura comenzó entonces a llorar y a preocuparse por su hermano. Yo intenté calmarla. Casi por reflejo la abrace, sentí entonces un alivio y una gran ternura. Y aunque nunca le pregunté, creo que ella también se alivió un poco. Yo comencé a convencerme de que no era atracción, que era gusto, cariño, a pesar de que la veía poco…

Portada de Generación Z, 1998
Al día siguiente la volví a ver. Estaba repartiendo propaganda en CU. Me contó que la policía se había metido a muchas prepas y vocacionales. Me dijo también que habían golpeado y detenido a muchos chavos, estudiantes… Ciencias Sociales, su escuela, se había ido a la huelga. Lo mismo había ocurrido con muchas escuelas del Poli. Durante los siguientes días, Aura y yo nos dedicamos a entregar propaganda en todas las escuelas y facultades de la UNAM… Poco a poco nos fuimos enganchando más y más en el “movimiento”, que aún no sabíamos que era eso, un movimiento.
Aura no es lo que se dice Miss Universo, pero a mi me encanta. Tiene un no sé qué que me encanta. Tiene unas piernas largas, largas. Unas caderas redondas. –La verdad es que me he descubierto dos o tres veces babeando mientras le miro el trasero. Tiene unas nalgas suaves. La verdad, en medio de la muchedumbre de la marcha las sentí sin querer. Me siento apenado un poco, pero creo que fue tan natural que ella no lo sintió como un abuso de mi parte.
Tiene unos senos medianos que le van bien con su figura. Sus manos son delgadas y tiene unos dedos largos y huesudos. Sus labios son carnosos, pero no exagerados. Su nariz es puntiaguda, delgada. ¡Me gusta! Pero lo que me vuelve loco son ese par de ojos grandes y vivaces. Cuando me mira, a veces me mira de una forma, no sé cómo explicarlo, sólo sé que me derrite. Su cabello es largo y lacio. Negro.

El 31 de julio, el Ejército tomó en la madrugada la Prepa 1, allá en San Ildefonso. No sé por qué chingado, tal vez para demostrar que ellos son los que mandan, ¡abrieron la puerta de un bazucazo!...
Cientos de soldados invadieron las instalaciones disparando a todo lo que se moviera. Detuvieron a cientos de estudiantes, chavitos, mismos que cuidaban las instalaciones de la huelga. Después nos enteraríamos, por unas cuatas que lograron escapar, de que entre las tablas y astillas de la “bella puerta colonial de San Ildefonso” había un charco de sangre… Al día siguiente los periódicos publicaron la noticia de la muerte de un estudiante…
“Se comió una torta con queso envenenado”, decían las primeras planas y sobre la puerta que “fue destruida por bombas molotov que lanzaron los estudiantes contra los soldados…” ¡Pinches periódicos de mierda!
¡Claro que la muerte de un chavo desató el movimiento! Ese pinche gobierno de mierda había rebasado un límite que nosotros, los estudiantes, no podíamos permitir. A partir de agosto se intensificaron las brigadas de información, las pintas “clandestinas” nocturnas en bardas y camiones que, según Aura, no están “fuera de la ley”, pero que sin embargo, cuando las realizábamos, nos arriesgábamos a una putiza o a un arresto. Cosas que por supuesto, eran compatibles y aplicables sin restricciones.
Para ese momento, muchos compañeros ya habían sido madreados y detenidos. En mi casa, mis padres se preocupaban porque su hijo fuera “un día de estos”, madreado –y tenían razón. Sin embargo, ambos sabían que nosotros, los estudiantes teníamos la razón.

La huelga se extendió como sarna por la UNAM, el Politécnico, Chapingo, la Normal, el Colegio de México y otras escuelas más. De aquel aglomerado surgió entonces el Consejo Nacional de Huelga, un órgano representativo de coordinación del movimiento, que fue formado por tres representantes de cada escuela en huelga.
¡Puta madre! Era grandísimo. Las demandas eran las siguientes: Libertad a los presos políticos, derogación del delito de disolución social, destitución de los jefes de la policía, deslinde de responsabilidades en los apaleamientos, indemnización a los heridos y a las familias de los muertos, así como la desaparición del cuerpo de granaderos, principal responsable de los actos de represión.

Estaba feliz por esas fechas, pues en menos de un mes mi vida había cambiado: de ser una aburrida y dura rutina, pasó a ser una vida con algo por qué luchar y en qué creer… Una vida por construir un país mejor.
Además de que Aura y yo, pues, “ahí andamos”, como se refería ella cuando alguien le preguntaba. Al final, el miedo compartido, la esperanza de un mundo mejor, el cariño, la solidaridad, el amor, nos hizo estar juntos. Una noche, de esas en las que nos tocó hacer guardia en rectoría, en la UNAM, después de hablar de nuestros sueños de un mundo mejor, de un país mejor, de un país que podíamos construir juntos, de lo que pensábamos hacer en el futuro, después de eso miré sus ojos profundos color café. Claramente vi cómo se ruborizó y entonces la besé, con la ternura del primer beso, con apenas un roce leve que, sin embargo, me hizo sentir y saborear su aliento.
Aquella fue una noche de muchos besos, algunas sonrisas traviesas y un chingo de miedo a lo que venía…

El 5 de agosto se llevó a cabo la primera manifestación conjunta del recién nacido oficialmente “movimiento estudiantil”. Salimos como a las cuatro treinta y éramos un chingo. Cada escuela gritaba sus consignas particulares. Así como las rigurosas mentadas de madre al presidente. Vivas a Guevara, al Che, a ese Che que se fue haciendo nuestro, que se fue convirtiendo. Aquel round lo ganamos nosotros.

Después de aquello, el CNH eligió el 13 de agosto como fecha para reconquistar el zócalo, nuestro zócalo. El corazón de la patria. Ese día partimos del Casco de Santo Tomás. Éramos como 200 mil, o por lo menos eso dijeron los que saben calcular. Ellos mismos dijeron que cuando llegamos al zócalo, cerca de 300 mil. Aquello no era una marcha, no. Aquello era una fiesta, un carnaval rebelde. Tomamos el zócalo, lo hicimos y ahí pretendíamos quejarnos. También pensamos entonces que podríamos tener negociación con “el hocicón”, pero ésta tendría que ser pública. No cabe duda éramos unos osados.

El 27 hicimos otra marcha, esta vez arrancamos del Museo de Antropología. Éramos como medio millón. Llegamos al zócalo y nos quedamos ahí. Yo era un orgulloso gritón de Medicina que caminaba al lado de una preciosa estudiante de Políticas. Éramos felices. En la madrugada, Aura y yo compartíamos una torta de queso de puerco. Estábamos cuidándonos de morir envenenados de un bazucazo. Aún recuerdo su cara perdiendo el color mientras vehíamos salir tanquetas y soldados del Palacio Nacional. Cientos de soldados con sus rifles, con sus bayonetas, con su carga de muerte y violencia.
Nadie esperamos mucho. “Los trasnochados guardianes” nos replegamos, o sea, salimos despavoridos, en algo que después coincidimos en llamar como “retirada estratégica y gloriosa”. Pero nunca les dimos la espalda. Aura, su hermano y yo, nos refugiamos en una calle que sale de Reforma. No sé si por el miedo o por el coraje olvidé el nombre de aquella oscura callejuela, aunque ahora que lo pienso, tal vez lo olvidé porque sencillamente nunca lo supe…



Tlatelolco, 2 de octubre de 1968 Foto: Archivo Histórico
En la mañana casi me dio chorro cuando mi papá me leyó las acusaciones de agravio a la Bandera Nacional. De tocar las campanas de la Catedral y de casi quemar las puertas de Palacio Nacional. Lo que las ocho columnas de los diarios relataron esa mañana. ¡Puta madre! La pinche prensa otra vez… Sin embargo, la mayor parte de la gente no les creyó. Luego nos enteramos que el gobierno se había organizado un mitin de apoyo en el zócalo, utilizando a los burócratas, incluido mi padre. No obstante, algo salió mal. Algunos de los “convocados”, o acarreados, como sea, comenzaron a gritar que eran “borregos”. Algunos cuates del Poli, aprovechándose de la confusión se “infiltraron” y organizaron mini-mítines con reparto masivo de propaganda.
Así que en menos de 20 horas el ejército apareció, otra vez, en los bloques de la Plaza de la Constitución, por supuesto, para madrear estudiantes, o “alborotadores”, como nos llamaban algunos fieles del gobierno. A mi padre también le tocó un golpe esa mañana. Su frente se veía floreada del madrazo. Y es que quiso hacerle al héroe –lo que me ha dicho una y mil veces no hacer- pateó en el trasero a un granadero que estaba puteando a su vez a un estudiante. La verdad es que más tarde supe que él pensó que aquel a quien pateaba el cuico, era yo…

Llegó el 1º de septiembre. En los últimos días, las movilizaciones se multiplicaron. No fueron tan masivas pero se extendieron por toda la ciudad. En Mixcoac, Neza, Atzcapozalco, San Juanico, las brigadas relámpago en mercados, camiones, y hasta en algunas fábricas se reprodujeron. Al mismo tiempo la policía se movía urgida tratando de acabarnos. Nos golpeaban e incluso tiroteaban algunas escuelas, pero eso sí, jamás pudieron hacer que nos rindiéramos.

En el informe de gobierno, ese hijo de puta de Díaz Ordaz negó la validez de nuestras demandas y nos amenazó con el uso de la fuerza armada -¡¿más?!- En respuesta a lo dicho por el hocicón ese, varias universidades del país se fueron a la huelga en solidaridad con el CNH.

¿Cuántas veces el poder utilizó como pretexto que éramos vándalos y delincuentes para manifestarnos? ¿Cuántas…? Por eso fue que organizamos la Marcha del Silencio. Fue muy hermosa. Casi medio millón de personas, entre estudiantes, amas de casa, profesionistas, sindicalistas, artistas. Todos. Todos estábamos ahí. Aura y yo íbamos hombro con hombro, con un pañuelo en la boca. Nuestro silencio era la respuesta más digna al discurso mentiroso del poder.

Aquel 13 de septiembre fue inolvidable. Llovía un poco. Cuando entramos al zócalo, ella dejaba salir por sus ojos gotas de agua que se confundían con la lluvia. Aura lloraba conmovida. Era esperanza y alegría. Sólo recuerdo haberle quitado el pañuelo y luego haberla besado como sabiendo que quizás era la última vez. Ella dijo algo que sonó a “te amo”. A mi el corazón se me volvió loco. La noche del 15 de septiembre, cuando celebramos nuestra propia fiesta de Independencia en CU, el maestro Heberto nos casó en la kermés, en medio de la burla del Pelos que dijo que el matrimonio era pequeño-burgués. Aunque sé que estaba feliz como nosotros, casados en medio de la anarquía gloriosa de aquel movimiento que nos devolvía la esperanza de que un día no necesitemos gobierno para gobernarnos…

Unos días después, mientras imprimíamos unos volantes en la CU, escuchamos un sonido sordo y luego un zumbido de motores. Por un momento nos quedamos paralizados. No podíamos creer lo que veíamos. El Ejército estaba tomando la UNAM. ¡Cientos de soldados acompañados de tanques y tanquetas! Era increíble que el poder se atreviera a violar la autonomía. Después de aquel instante, salimos corriendo tratando de escapar de los invasores. No lo entendimos bien entonces, aunque lo intuíamos, en el poder estaba un loco. Aura y yo corrimos como locos. Salimos por Copilco. Un cuate, “el Tobi”, se detuvo a ayudar a una chava buenísima que no podía saltar una reja… Cuando le extendió la mano, a su espalda escuchó como cortaban cartucho, era un milico… La chava buenísima era tira.

Aura y yo pasamos la noche abrazados, acostados en el sofá de la casa de una prima suya. No pudimos evitar las lágrimas de impotencia. Entonces lo supimos bien, ese hijo de puta estaba loco y no se detendría.

Más tarde supimos que, mientras nosotros tratábamos de reencontrar nuestra esperanza, nuestra fe, aquellos que fueron detenidos en CU habían sido medio desnudados y puestos de rodillas en la explanada. En un momento dado, algunos de estos chavos se reencontraron con ese viejo canto tan trillado: “Mexicanos al grito de guerra…” ¿Qué habrán sentido los soldados? Todavía me lo pregunto.

Los días posteriores fueron largos. Aura tuvo que salir de su casa e irse a vivir con una prima. Y yo por igual, tuve que pasar varias noches en un cuarto de dos por dos, en la azotea de una vecindad, allá por la Guerrero. El poder mientras tanto, atacaba el Casco de Santo Tomás, la Voca 7, El Colegio de México y otras escuelas más. En el ataque al Casco, nuestros compañeros del Poli, bravos, respondieron el fuego, pues algunos traían armas. Los resultados fueron brutales. Los granaderos terminaron tomando las instalaciones y se ensañaron con los detenidos.

A las cinco de la mañana del 26 de septiembre, Aura y yo nos encontramos cerca del Parque Hundido. Se veía que no había dormido en varios días. Nos besamos y nos transmitimos amargura y dolor, miedo. Fue entonces que me dijo porque me había citado tan urgentemente. No sólo “el Tobi” había caído con la argucia de la chava-buenísima-que-era-tira, también le había tocado a Mario, su hermano, quien estaba detenido, o desaparecido, porque hasta el momento no había certeza de dónde estaba.
Aura lloró amargamente. Caminamos hacia el lugar donde yo pasaba mis noches. En medio de la oscuridad, el frío de la lluvia que se colaba por algunas rendijas al cuarto nos hacia estar más juntos. Ahí, mientras el puto gobierno de mierda nos hacia la guerra sin tregua, nosotros hicimos el amor así, también sin descanso.

El 30 de septiembre, el Ejército abandonó Ciudad Universitaria. El poder dijo que era “una muestra de buena voluntad”. Los juegos olímpicos se acercaban y Díaz Ordaz esperaba que con esa señal, la huelga se levantara y “todo volviera a la normalidad”. Pero no fue así. Eran muchos los agravios y nada había cambiado, más bien al contrario, los presos políticos se multiplicaba, igual que los desaparecidos. El 1º de octubre, el CNH votó por continuar la huelga. Aura y yo sabíamos que teníamos que continuar, por su hermano, por los otros presos, por los muertos, nuestros muertos, por nosotros mismos.

La cuenta regresiva estaba corriendo. El día 2 de octubre, ayer, marcharíamos de Tlatelolco al Casco de Santo Tomás, que todavía está tomado por el Ejército

Ayer el día pintaba bien. Aura y yo imprimimos volantes todo el día en el cuartito. Hablamos de futuro, soñamos mucho acerca del país que queremos, del país en que vivimos y del cambio que construimos. A las 2 de la tarde comimos un poco… Luego dejamos que el amor nos recreara.

Después no hablamos mucho, lo que en ese momento sentíamos no lo podíamos expresar mediante palabras. A las 4 de la tarde llegamos a Tlatelolco. Para esa hora ya había bastante gente: estudiantes del Poli, de la UNAM, de las vocacionales, de las prepas, de Chapingo, de la Ibero, señoras, niños, vendedores, señores, Aura, yo, “el Buggi”, Marcos, Saúl, Braulio, Martha, Ana, Sonia y otros. Muchos otros. Comenzamos a repartir nuestra propaganda: “Fuera Ejército del Poli”; “presos políticos, ¡libertad!”

Durante el trayecto a Tlatelolco, Aura y yo habíamos visto tanquetas y soldados rondando las calles cercanas a la plaza, eso nos puso más nerviosos. A las 5 de la tarde, la plaza estaba casi a reventar. El micrófono advertía que era conveniente suspender la marcha, pues el ejército y la policía estaba “pendiente de nosotros”. No querían, nadie quería caer en provocaciones y enfrentamientos. Esa actitud “conciliadora” me molestó en un principio. Sin embargo, Aura me besó y me pidió que me calmara, la abracé y doblé las manos.

Entre la fauna represiva que observé en el mitin, estaban los tradicionales “orejas” tomando fotos y notas, también el ejército en los alrededores, y por supuesto los cuerpos policiacos, los granaderos y otros. Pero también observé algo raro. Había varios hombres con algo blando en la mano izquierda y con corte de pelo tipo militar. Al principio no le puse demasiada atención, pero después, cuando me di cuenta que eran dos, tres, cinco, ocho los que ya había visto con esas mismas características, me puse todavía más nervioso… Aura también lo notó, trató de calmarse, aunque seguramente estaba tan o más preocupada que yo.

Cuando íbamos a terminar el mitin, vimos pasar varios helicópteros rondar la plaza. En ese momento el micrófono nos pidió que no cayéramos en provocaciones y que por favor disolviéramos la marcha. No había terminado de decir esto cuando, desde uno de los helicópteros, se dejó caer algo luminoso en medio de la plaza. Aquello cayó lentamente, caso como si no quisiera caer… Por fin cayó… Inmediatamente después de aquello, escuchamos un disparo… Luego otro… Y otro, y otro… Hasta que aquello se convirtió en un tableteo insoportable y en un completo caos…


Cuando la balacera se generalizó, todo mundo estaba corriendo. ¡Había gritos! La gente corría en todas direcciones tratando de escapar de aquel lugar en donde se escuchaba, se olía, se veía la muerte. Nunca supe en qué momento empecé a correr. Tampoco cuando me separé de Aura.

Mientras corría, vi como un chavo cayó a mi lado con sangre en la espalda. Luego vi a una señora buscando a su hijo… ¡Las balas no cesaban! ¡Las balas venían de todos lados!

¡¡¿¿Quién ordenó esto??!! ¡¿Quién?!... ¡¿Qué loco estaba detrás de todo ese infierno?!

Vi muchos cuerpos, mujeres, niños, chavos… ¡¿Quién ordenó esto?! ¡¿Y dónde está Aura?!

Nunca supe cuándo me soltó, no lo recuerdo. ¿Estará viva? ¿Estará detenida? ¿Estará siendo torturada?... ¡Bestias! ¡Son unas malditas bestias asesinas! ¡No es posible que hayan hecho algo como esto!

Todavía no sé cómo encontré aquel hueco. No supe cómo escapé de aquel infierno. Lo único que recuerdo es haber visto mucha sangre y haber escuchado muchos gritos, y haber visto mucha gente huyendo y cayendo. Miles de militares y policías disparando en todas direcciones. ¡Como locos! ¡Como animales! ¡¡¡Como bestias!!!...

Hoy es 3 de octubre. Son las 10 de la noche. Estoy en el cuarto donde he pasado las últimas semanas. He estado aquí por más de 24 horas. No supe cómo llegué. Sólo recuerdo que eran como las ocho y media. Llegué y me encerré. No he comido nada desde ayer al medio día. Tampoco he bebido mucho agua. Me muero por un vaso de agua, de un plato de sopa, pero sobre todo, me muero de miedo, de miedo y coraje, de impotencia y miedo. No sé dónde está Aura. No sé si sigue viva…

Sólo he podido escuchar a lo lejos una radio que tiene algún vecino. Los malditos noticieros no han dicho nada. ¡Nada! ¡Todo está como si nada hubiese pasado! He observado la calle por la ventana del cuarto. La gente ha pasado todo el día como si nada. Ha ido a su trabajo como siempre. Ha regresado a su trabajo como siempre. ¡Como siempre! ¡Como siempre!



¿Qué no supieron qué pasó?
¿No les llegó el ruido de la balacera? ¿No les llegó el olor a muerte?
¿No les salpicó la sangre?
¡¿Están viviendo como siempre?! ¡Como siempre!...

¿Y ahora? ¿Qué voy a hacer ahora?... Tampoco he dormido mucho. Por momentos se me cierran los ojos pero el miedo no me deja… Tengo mucho miedo, tal vez esos cabrones agarraron a alguien. Alguien que pueda delatarme. ¿Y si agarraron a Aura? ¿Y si la torturaron? Si la torturaron entonces tal vez ella misma les diga donde estoy. Tal vez lleguen por mi entonces…

¡Van a venir por mi! ¡No vinieron ayer, pero hoy sí! ¡Tal vez hoy sí lleguen!... Estoy vigilando por la ventana. Tengo mucho miedo de que lleguen por mi…

Ayer en la noche pasaron dos carros negros, de esos que tienen su “antenita”… ¡Me están vigilando!... ¡Van a venir por mi!... ¡Por mi!...

Ayer no lo hicieron, tal vez ayer no era mi noche. Tal vez no me tocó… Tal vez ayer dos de octubre no me tocó. Quizás mi noche es hoy. Hoy 3 de octubre…



Así apareció publicado originalmente este texto en las páginas del segundo
número de Generación Z, editado por Cultura Joven, AC, en 1998
* Este texto fue escrito originalmente para ser publicado en la revista Generación Z, que existió entre 1998 y 1999, con tres ediciones. La revista nació en el seno de Cultura Joven, una organización civil que fundó Juan Machín en Cuernavaca a mediados de los 90 y que me tocó coordinar justo hasta el 2001. El texto 3 de octubre está basado en historias del libro 68, de Paco Ignacio Taibo II. La versión original sólo aparece en algunos ejemplares en físico que todavía andan rodando por ahí, y en internet en un sitio para subir documentos en PDF. Esta versión fue reescrita para el 50 aniversario de la masacre de Tlaltelolco. Es mi humilde homenaje.

lunes, 1 de octubre de 2018

Los retos

Cuauhtémoc Blanco al rendir protesta /Foto: Cortesía
Jaime Luis Brito

Se ha ido el viejo gobierno, el que todos odiaron y bien ganado el odio. Hay una especie de alivio generalizado porque se ha ido el villano favorito. Vienen tiempos nuevos parecen decirnos. No puede irse, no pueden irse así como así. La justicia debe imponerse. Son muchas las tropelías y los agravios. Algo se tiene qué hacer, porque los costos de las locuras y el saqueo lo pagaremos aquellos que nos quedamos en esta tierra bendita. Si no lo hace Cuauhtémoc Blanco, habrá que ver qué caminos sigue la gente para buscar justicia: las fosas, la inseguridad, el endeudamiento, el abandono, el saqueo, la multiplicación de los millonarios, la colusión criminal, deben tener un castigo. Ni perdón ni olvido en el caso de Graco Ramírez y de toda su runfla familiar y de facción. No hay lugar para el olvido.
Pero, eso es sólo una parte de la nueva fase que enfrentará la entidad. La del mal gobierno que se ha terminado, aunque los efectos no, esos continuarán en los próximos meses y años. Esa es la otra parte. Esa nueva fase le tocará enfrentarla a un nuevo gobierno, el que encabeza Cuauhtémoc Blanco Bravo, el exfutbolista vilipendiado y burlado por una buena parte de la clase política y de los intelectuales. Parece más bien clasismo. Pero eso lo analizaremos, como lo hemos hecho antes, en otros momentos.
Ahora lo importante es decir que efectivamente, el examericanista no dio muchas muestras de destreza en la administración pública. No es algo que se aprenda de un día para otro. El problema es que Cuernavaca ha sido saqueada en varias ocasiones y que sigue en el abandono. Hoy recorrer sus calles es enfrentar las huellas del abandono y la negligencia. Si bien el ahora gobernador de Morelos no contó con todos los recursos para hacer un trabajo efectivo, la verdad es que también le faltó imaginación y creatividad para sacar adelante la ciudad. Porque además su equipo se enfrascó, junto con él, en el conflicto con un viejo zorro, traidor y mentiroso, quien se encargó de ponerle piedritas o rocas en el camino.
En todo caso, los retos que tienen Blanco Bravo y su equipo le exigirán, si de verdad quiere medio sacar a Morelos del hoyo, de toda su capacidad. Es necesario un extraordinario trabajo de gestión que permita conseguir los recursos necesarios para llevar adelante proyectos de inversión que reactiven la economía. Aquí es importante que estos proyectos no caigan en lo mismo de siempre, obras que sirven para encubrir negocios y cuya mala calidad termina afectando a la ciudadanía. Habrá que pensar en un plan integral que rescate carreteras, que las rehabilite, que mejore la movilidad en general.
Pero también infraestructura en general. Porque además tiene consigo ya el reto de sacar adelante la reconstrucción de la entidad. El sismo dejó serias afectaciones y Graco y sus compinches sólo vieron por sí mismos. Así que hay que conseguir recursos para construir viviendas dignas, pero también para reparar aquella infraestructura que se dañó. Hay molinos de arroz rotos, negocios que se esfumaron, escuelas que siguen sin ser terminadas y cuyos alumnos siguen bajo manteados padeciendo el calor o la lluvia.
Cuauhtémoc y su equipo también deben ser creativos a la hora de enfrentar el reto de la inseguridad. Poner un militar, así sea naval, en la seguridad pública no cambia nada. Lo más preocupante es que es “recomendado” del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Hay señalamientos de que se fue Alberto Capella Ibarra, pero dejó a sus entenados bien entrenados. Los mandos medios del Mando Único siguen ahí. ¿Cómo esperar que las cosas cambien si se repiten las mismas recetas?
El crecimiento y la seguridad son las prioridades del exfutbolista, así lo dijo en el corto discurso de su toma de posesión. Pero el crecimiento no puede ser a costa de los de por sí menguados recursos de Morelos; en tanto que la seguridad no puede ser en detrimento de los derechos humanos de los morelenses. Porque así lo hizo Graco y fracasó rotundamente.
Los retos son muchos y enormes. La creatividad y el sentido común deben ser del doble de tamaño. Habrá que ver si pueden. Pronto lo sabremos.
Twitter: @Patrio74
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