Jaime Luis Brito
Para Inti la reedición. “Un día me
gustaría influir en la gente, como tú”.
Lo que no sabes es que Dilh y tú son de
las más grandes influencias que tengo.
Por las tierras invadidas,
Por los pueblos conquistados
Por la gente sometida
Por los hombres explotados
Por los muertos en la hoguera
Por el justo ajusticiado
Por el héroe asesinado
Por los fuegos apagados
Yo te nombro Libertad
G F Pagliaro, 1971.
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La UNAM de luto, 50 años después. Foto: El Universal |
No sé cómo me metí en esto. No puedo recordar bien cómo es que comenzó todo.
Recuerdo que yo sólo era un estudiante de medicina, era bueno, la verdad. En eso estaba cuando esos cabrones de la Voca 5 y de la Isaac Ochoterena se agarraron a madrazos…
Luego de ese 22 de julio, todo fue muy rápido.
Recuerdo que a mi me valía madres todo. Yo sólo pensaba como pasar ese puto examen de anatomía…
Pero no… Mi destino parecía bien marcado. El 26 de julio yo iba caminando a mi casa, por allá cerca de la Ciudadela. Al doblar en una esquina me vi en medio de un grupo grande de chavos –después supe que eran del Poli y que protestaban contra las constantes agresiones y madrazos que los porros y las pandillas les arrimaban bien seguido. Recuerdo que iban echando mierda contra la FNET, la pinche organización de control estudiantil que el gobierno creó.
Entre los manifestantes iba Aura, mi compañera de secundaria –vive cerca de mi casa y la verdad, yo siempre le traje ganas. En cuando me vio, me reconoció y me invitó a caminar junto a ella. O de plano quería que me sumara a la marcha y yo interpreté que quería caminar conmigo. Lo que sea. Yo por supuesto que no lo pensé mucho, me metí luego, luego entre el mar de chavos. Todo estaba muy bien. De hecho me estaba gustando tirar cagada contra esos pinches porros ojetes –la verdad es que a mi también me han puesto en la madre dos o tres veces.
Cuando llegamos al Hemiciclo a Juárez nos encontramos con otra marcha. “El Pelos”, un cuate de Aura –quien además era, por lo que se escuchaba, el que más sabía de política–, nos dijo que eran “comunistas” que conmemoraban “un aniversario más de la Revolución Cubana”. A mi la verdad, eso no me dijo nada, lo único que me tenía allí, en medio de aquella marea humana, era Aura.
Ella estudia Ciencias políticas –en la UNAM, por supuesto-, estaba en la marcha porque tiene un hermano en la Voca 5, y el día de la bronca, a él lo madrearon sin deberla ni temerla…
Cuando llegamos a Madero y Palma, la marcha se detuvo. Después de eso todo fue muy rápido. Las consignas fueron siendo calladas por los lamentos y gritos de dolor de la gente que trataba de huir de los garrotazos y gases lacrimógenos. En la confusión, Aura y yo salimos corriendo sin saber a ciencia cierta de qué huíamos…
Entonces escuchamos dos explosiones que nos llenaron de pavor y fue entonces cuando vimos a los granaderos avanzar contra nosotros… Sin pensarlo mucho, tomé a Aura de la mano y salí corriendo hacia donde creí que no había peligro… Recuerdo como si fuera ayer la sangre en la cabeza de un chavito que corría llorando. También recuerdo esa pinche sensación de que no íbamos a salir de ahí sin que nos madrearan…
Por fin logramos escapar, de milagro estábamos ilesos. Aura comenzó entonces a llorar y a preocuparse por su hermano. Yo intenté calmarla. Casi por reflejo la abrace, sentí entonces un alivio y una gran ternura. Y aunque nunca le pregunté, creo que ella también se alivió un poco. Yo comencé a convencerme de que no era atracción, que era gusto, cariño, a pesar de que la veía poco…
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Portada de Generación Z, 1998 |
Al día siguiente la volví a ver. Estaba repartiendo propaganda en CU. Me contó que la policía se había metido a muchas prepas y vocacionales. Me dijo también que habían golpeado y detenido a muchos chavos, estudiantes… Ciencias Sociales, su escuela, se había ido a la huelga. Lo mismo había ocurrido con muchas escuelas del Poli. Durante los siguientes días, Aura y yo nos dedicamos a entregar propaganda en todas las escuelas y facultades de la UNAM… Poco a poco nos fuimos enganchando más y más en el “movimiento”, que aún no sabíamos que era eso, un movimiento.
Aura no es lo que se dice Miss Universo, pero a mi me encanta. Tiene un no sé qué que me encanta. Tiene unas piernas largas, largas. Unas caderas redondas. –La verdad es que me he descubierto dos o tres veces babeando mientras le miro el trasero. Tiene unas nalgas suaves. La verdad, en medio de la muchedumbre de la marcha las sentí sin querer. Me siento apenado un poco, pero creo que fue tan natural que ella no lo sintió como un abuso de mi parte.
Tiene unos senos medianos que le van bien con su figura. Sus manos son delgadas y tiene unos dedos largos y huesudos. Sus labios son carnosos, pero no exagerados. Su nariz es puntiaguda, delgada. ¡Me gusta! Pero lo que me vuelve loco son ese par de ojos grandes y vivaces. Cuando me mira, a veces me mira de una forma, no sé cómo explicarlo, sólo sé que me derrite. Su cabello es largo y lacio. Negro.
El 31 de julio, el Ejército tomó en la madrugada la Prepa 1, allá en San Ildefonso. No sé por qué chingado, tal vez para demostrar que ellos son los que mandan, ¡abrieron la puerta de un bazucazo!...
Cientos de soldados invadieron las instalaciones disparando a todo lo que se moviera. Detuvieron a cientos de estudiantes, chavitos, mismos que cuidaban las instalaciones de la huelga. Después nos enteraríamos, por unas cuatas que lograron escapar, de que entre las tablas y astillas de la “bella puerta colonial de San Ildefonso” había un charco de sangre… Al día siguiente los periódicos publicaron la noticia de la muerte de un estudiante…
“Se comió una torta con queso envenenado”, decían las primeras planas y sobre la puerta que “fue destruida por bombas molotov que lanzaron los estudiantes contra los soldados…” ¡Pinches periódicos de mierda!
¡Claro que la muerte de un chavo desató el movimiento! Ese pinche gobierno de mierda había rebasado un límite que nosotros, los estudiantes, no podíamos permitir. A partir de agosto se intensificaron las brigadas de información, las pintas “clandestinas” nocturnas en bardas y camiones que, según Aura, no están “fuera de la ley”, pero que sin embargo, cuando las realizábamos, nos arriesgábamos a una putiza o a un arresto. Cosas que por supuesto, eran compatibles y aplicables sin restricciones.
Para ese momento, muchos compañeros ya habían sido madreados y detenidos. En mi casa, mis padres se preocupaban porque su hijo fuera “un día de estos”, madreado –y tenían razón. Sin embargo, ambos sabían que nosotros, los estudiantes teníamos la razón.
La huelga se extendió como sarna por la UNAM, el Politécnico, Chapingo, la Normal, el Colegio de México y otras escuelas más. De aquel aglomerado surgió entonces el Consejo Nacional de Huelga, un órgano representativo de coordinación del movimiento, que fue formado por tres representantes de cada escuela en huelga.
¡Puta madre! Era grandísimo. Las demandas eran las siguientes: Libertad a los presos políticos, derogación del delito de disolución social, destitución de los jefes de la policía, deslinde de responsabilidades en los apaleamientos, indemnización a los heridos y a las familias de los muertos, así como la desaparición del cuerpo de granaderos, principal responsable de los actos de represión.
Estaba feliz por esas fechas, pues en menos de un mes mi vida había cambiado: de ser una aburrida y dura rutina, pasó a ser una vida con algo por qué luchar y en qué creer… Una vida por construir un país mejor.
Además de que Aura y yo, pues, “ahí andamos”, como se refería ella cuando alguien le preguntaba. Al final, el miedo compartido, la esperanza de un mundo mejor, el cariño, la solidaridad, el amor, nos hizo estar juntos. Una noche, de esas en las que nos tocó hacer guardia en rectoría, en la UNAM, después de hablar de nuestros sueños de un mundo mejor, de un país mejor, de un país que podíamos construir juntos, de lo que pensábamos hacer en el futuro, después de eso miré sus ojos profundos color café. Claramente vi cómo se ruborizó y entonces la besé, con la ternura del primer beso, con apenas un roce leve que, sin embargo, me hizo sentir y saborear su aliento.
Aquella fue una noche de muchos besos, algunas sonrisas traviesas y un chingo de miedo a lo que venía…
El 5 de agosto se llevó a cabo la primera manifestación conjunta del recién nacido oficialmente “movimiento estudiantil”. Salimos como a las cuatro treinta y éramos un chingo. Cada escuela gritaba sus consignas particulares. Así como las rigurosas mentadas de madre al presidente. Vivas a Guevara, al Che, a ese Che que se fue haciendo nuestro, que se fue convirtiendo. Aquel round lo ganamos nosotros.
Después de aquello, el CNH eligió el 13 de agosto como fecha para reconquistar el zócalo, nuestro zócalo. El corazón de la patria. Ese día partimos del Casco de Santo Tomás. Éramos como 200 mil, o por lo menos eso dijeron los que saben calcular. Ellos mismos dijeron que cuando llegamos al zócalo, cerca de 300 mil. Aquello no era una marcha, no. Aquello era una fiesta, un carnaval rebelde. Tomamos el zócalo, lo hicimos y ahí pretendíamos quejarnos. También pensamos entonces que podríamos tener negociación con “el hocicón”, pero ésta tendría que ser pública. No cabe duda éramos unos osados.
El 27 hicimos otra marcha, esta vez arrancamos del Museo de Antropología. Éramos como medio millón. Llegamos al zócalo y nos quedamos ahí. Yo era un orgulloso gritón de Medicina que caminaba al lado de una preciosa estudiante de Políticas. Éramos felices. En la madrugada, Aura y yo compartíamos una torta de queso de puerco. Estábamos cuidándonos de morir envenenados de un bazucazo. Aún recuerdo su cara perdiendo el color mientras vehíamos salir tanquetas y soldados del Palacio Nacional. Cientos de soldados con sus rifles, con sus bayonetas, con su carga de muerte y violencia.
Nadie esperamos mucho. “Los trasnochados guardianes” nos replegamos, o sea, salimos despavoridos, en algo que después coincidimos en llamar como “retirada estratégica y gloriosa”. Pero nunca les dimos la espalda. Aura, su hermano y yo, nos refugiamos en una calle que sale de Reforma. No sé si por el miedo o por el coraje olvidé el nombre de aquella oscura callejuela, aunque ahora que lo pienso, tal vez lo olvidé porque sencillamente nunca lo supe…
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Tlatelolco, 2 de octubre de 1968 Foto: Archivo Histórico |
En la mañana casi me dio chorro cuando mi papá me leyó las acusaciones de agravio a la Bandera Nacional. De tocar las campanas de la Catedral y de casi quemar las puertas de Palacio Nacional. Lo que las ocho columnas de los diarios relataron esa mañana. ¡Puta madre! La pinche prensa otra vez… Sin embargo, la mayor parte de la gente no les creyó. Luego nos enteramos que el gobierno se había organizado un mitin de apoyo en el zócalo, utilizando a los burócratas, incluido mi padre. No obstante, algo salió mal. Algunos de los “convocados”, o acarreados, como sea, comenzaron a gritar que eran “borregos”. Algunos cuates del Poli, aprovechándose de la confusión se “infiltraron” y organizaron mini-mítines con reparto masivo de propaganda.
Así que en menos de 20 horas el ejército apareció, otra vez, en los bloques de la Plaza de la Constitución, por supuesto, para madrear estudiantes, o “alborotadores”, como nos llamaban algunos fieles del gobierno. A mi padre también le tocó un golpe esa mañana. Su frente se veía floreada del madrazo. Y es que quiso hacerle al héroe –lo que me ha dicho una y mil veces no hacer- pateó en el trasero a un granadero que estaba puteando a su vez a un estudiante. La verdad es que más tarde supe que él pensó que aquel a quien pateaba el cuico, era yo…
Llegó el 1º de septiembre. En los últimos días, las movilizaciones se multiplicaron. No fueron tan masivas pero se extendieron por toda la ciudad. En Mixcoac, Neza, Atzcapozalco, San Juanico, las brigadas relámpago en mercados, camiones, y hasta en algunas fábricas se reprodujeron. Al mismo tiempo la policía se movía urgida tratando de acabarnos. Nos golpeaban e incluso tiroteaban algunas escuelas, pero eso sí, jamás pudieron hacer que nos rindiéramos.
En el informe de gobierno, ese hijo de puta de Díaz Ordaz negó la validez de nuestras demandas y nos amenazó con el uso de la fuerza armada -¡¿más?!- En respuesta a lo dicho por el hocicón ese, varias universidades del país se fueron a la huelga en solidaridad con el CNH.
¿Cuántas veces el poder utilizó como pretexto que éramos vándalos y delincuentes para manifestarnos? ¿Cuántas…? Por eso fue que organizamos la Marcha del Silencio. Fue muy hermosa. Casi medio millón de personas, entre estudiantes, amas de casa, profesionistas, sindicalistas, artistas. Todos. Todos estábamos ahí. Aura y yo íbamos hombro con hombro, con un pañuelo en la boca. Nuestro silencio era la respuesta más digna al discurso mentiroso del poder.
Aquel 13 de septiembre fue inolvidable. Llovía un poco. Cuando entramos al zócalo, ella dejaba salir por sus ojos gotas de agua que se confundían con la lluvia. Aura lloraba conmovida. Era esperanza y alegría. Sólo recuerdo haberle quitado el pañuelo y luego haberla besado como sabiendo que quizás era la última vez. Ella dijo algo que sonó a “te amo”. A mi el corazón se me volvió loco. La noche del 15 de septiembre, cuando celebramos nuestra propia fiesta de Independencia en CU, el maestro Heberto nos casó en la kermés, en medio de la burla del Pelos que dijo que el matrimonio era pequeño-burgués. Aunque sé que estaba feliz como nosotros, casados en medio de la anarquía gloriosa de aquel movimiento que nos devolvía la esperanza de que un día no necesitemos gobierno para gobernarnos…
Unos días después, mientras imprimíamos unos volantes en la CU, escuchamos un sonido sordo y luego un zumbido de motores. Por un momento nos quedamos paralizados. No podíamos creer lo que veíamos. El Ejército estaba tomando la UNAM. ¡Cientos de soldados acompañados de tanques y tanquetas! Era increíble que el poder se atreviera a violar la autonomía. Después de aquel instante, salimos corriendo tratando de escapar de los invasores. No lo entendimos bien entonces, aunque lo intuíamos, en el poder estaba un loco. Aura y yo corrimos como locos. Salimos por Copilco. Un cuate, “el Tobi”, se detuvo a ayudar a una chava buenísima que no podía saltar una reja… Cuando le extendió la mano, a su espalda escuchó como cortaban cartucho, era un milico… La chava buenísima era tira.
Aura y yo pasamos la noche abrazados, acostados en el sofá de la casa de una prima suya. No pudimos evitar las lágrimas de impotencia. Entonces lo supimos bien, ese hijo de puta estaba loco y no se detendría.
Más tarde supimos que, mientras nosotros tratábamos de reencontrar nuestra esperanza, nuestra fe, aquellos que fueron detenidos en CU habían sido medio desnudados y puestos de rodillas en la explanada. En un momento dado, algunos de estos chavos se reencontraron con ese viejo canto tan trillado: “Mexicanos al grito de guerra…” ¿Qué habrán sentido los soldados? Todavía me lo pregunto.
Los días posteriores fueron largos. Aura tuvo que salir de su casa e irse a vivir con una prima. Y yo por igual, tuve que pasar varias noches en un cuarto de dos por dos, en la azotea de una vecindad, allá por la Guerrero. El poder mientras tanto, atacaba el Casco de Santo Tomás, la Voca 7, El Colegio de México y otras escuelas más. En el ataque al Casco, nuestros compañeros del Poli, bravos, respondieron el fuego, pues algunos traían armas. Los resultados fueron brutales. Los granaderos terminaron tomando las instalaciones y se ensañaron con los detenidos.
A las cinco de la mañana del 26 de septiembre, Aura y yo nos encontramos cerca del Parque Hundido. Se veía que no había dormido en varios días. Nos besamos y nos transmitimos amargura y dolor, miedo. Fue entonces que me dijo porque me había citado tan urgentemente. No sólo “el Tobi” había caído con la argucia de la chava-buenísima-que-era-tira, también le había tocado a Mario, su hermano, quien estaba detenido, o desaparecido, porque hasta el momento no había certeza de dónde estaba.
Aura lloró amargamente. Caminamos hacia el lugar donde yo pasaba mis noches. En medio de la oscuridad, el frío de la lluvia que se colaba por algunas rendijas al cuarto nos hacia estar más juntos. Ahí, mientras el puto gobierno de mierda nos hacia la guerra sin tregua, nosotros hicimos el amor así, también sin descanso.
El 30 de septiembre, el Ejército abandonó Ciudad Universitaria. El poder dijo que era “una muestra de buena voluntad”. Los juegos olímpicos se acercaban y Díaz Ordaz esperaba que con esa señal, la huelga se levantara y “todo volviera a la normalidad”. Pero no fue así. Eran muchos los agravios y nada había cambiado, más bien al contrario, los presos políticos se multiplicaba, igual que los desaparecidos. El 1º de octubre, el CNH votó por continuar la huelga. Aura y yo sabíamos que teníamos que continuar, por su hermano, por los otros presos, por los muertos, nuestros muertos, por nosotros mismos.
La cuenta regresiva estaba corriendo. El día 2 de octubre, ayer, marcharíamos de Tlatelolco al Casco de Santo Tomás, que todavía está tomado por el Ejército
Ayer el día pintaba bien. Aura y yo imprimimos volantes todo el día en el cuartito. Hablamos de futuro, soñamos mucho acerca del país que queremos, del país en que vivimos y del cambio que construimos. A las 2 de la tarde comimos un poco… Luego dejamos que el amor nos recreara.
Después no hablamos mucho, lo que en ese momento sentíamos no lo podíamos expresar mediante palabras. A las 4 de la tarde llegamos a Tlatelolco. Para esa hora ya había bastante gente: estudiantes del Poli, de la UNAM, de las vocacionales, de las prepas, de Chapingo, de la Ibero, señoras, niños, vendedores, señores, Aura, yo, “el Buggi”, Marcos, Saúl, Braulio, Martha, Ana, Sonia y otros. Muchos otros. Comenzamos a repartir nuestra propaganda: “Fuera Ejército del Poli”; “presos políticos, ¡libertad!”
Durante el trayecto a Tlatelolco, Aura y yo habíamos visto tanquetas y soldados rondando las calles cercanas a la plaza, eso nos puso más nerviosos. A las 5 de la tarde, la plaza estaba casi a reventar. El micrófono advertía que era conveniente suspender la marcha, pues el ejército y la policía estaba “pendiente de nosotros”. No querían, nadie quería caer en provocaciones y enfrentamientos. Esa actitud “conciliadora” me molestó en un principio. Sin embargo, Aura me besó y me pidió que me calmara, la abracé y doblé las manos.
Entre la fauna represiva que observé en el mitin, estaban los tradicionales “orejas” tomando fotos y notas, también el ejército en los alrededores, y por supuesto los cuerpos policiacos, los granaderos y otros. Pero también observé algo raro. Había varios hombres con algo blando en la mano izquierda y con corte de pelo tipo militar. Al principio no le puse demasiada atención, pero después, cuando me di cuenta que eran dos, tres, cinco, ocho los que ya había visto con esas mismas características, me puse todavía más nervioso… Aura también lo notó, trató de calmarse, aunque seguramente estaba tan o más preocupada que yo.
Cuando íbamos a terminar el mitin, vimos pasar varios helicópteros rondar la plaza. En ese momento el micrófono nos pidió que no cayéramos en provocaciones y que por favor disolviéramos la marcha. No había terminado de decir esto cuando, desde uno de los helicópteros, se dejó caer algo luminoso en medio de la plaza. Aquello cayó lentamente, caso como si no quisiera caer… Por fin cayó… Inmediatamente después de aquello, escuchamos un disparo… Luego otro… Y otro, y otro… Hasta que aquello se convirtió en un tableteo insoportable y en un completo caos…
Cuando la balacera se generalizó, todo mundo estaba corriendo. ¡Había gritos! La gente corría en todas direcciones tratando de escapar de aquel lugar en donde se escuchaba, se olía, se veía la muerte. Nunca supe en qué momento empecé a correr. Tampoco cuando me separé de Aura.
Mientras corría, vi como un chavo cayó a mi lado con sangre en la espalda. Luego vi a una señora buscando a su hijo… ¡Las balas no cesaban! ¡Las balas venían de todos lados!
¡¡¿¿Quién ordenó esto??!! ¡¿Quién?!... ¡¿Qué loco estaba detrás de todo ese infierno?!
Vi muchos cuerpos, mujeres, niños, chavos… ¡¿Quién ordenó esto?! ¡¿Y dónde está Aura?!
Nunca supe cuándo me soltó, no lo recuerdo. ¿Estará viva? ¿Estará detenida? ¿Estará siendo torturada?... ¡Bestias! ¡Son unas malditas bestias asesinas! ¡No es posible que hayan hecho algo como esto!
Todavía no sé cómo encontré aquel hueco. No supe cómo escapé de aquel infierno. Lo único que recuerdo es haber visto mucha sangre y haber escuchado muchos gritos, y haber visto mucha gente huyendo y cayendo. Miles de militares y policías disparando en todas direcciones. ¡Como locos! ¡Como animales! ¡¡¡Como bestias!!!...
Hoy es 3 de octubre. Son las 10 de la noche. Estoy en el cuarto donde he pasado las últimas semanas. He estado aquí por más de 24 horas. No supe cómo llegué. Sólo recuerdo que eran como las ocho y media. Llegué y me encerré. No he comido nada desde ayer al medio día. Tampoco he bebido mucho agua. Me muero por un vaso de agua, de un plato de sopa, pero sobre todo, me muero de miedo, de miedo y coraje, de impotencia y miedo. No sé dónde está Aura. No sé si sigue viva…
Sólo he podido escuchar a lo lejos una radio que tiene algún vecino. Los malditos noticieros no han dicho nada. ¡Nada! ¡Todo está como si nada hubiese pasado! He observado la calle por la ventana del cuarto. La gente ha pasado todo el día como si nada. Ha ido a su trabajo como siempre. Ha regresado a su trabajo como siempre. ¡Como siempre! ¡Como siempre!
¿Qué no supieron qué pasó?
¿No les llegó el ruido de la balacera? ¿No les llegó el olor a muerte?
¿No les salpicó la sangre?
¡¿Están viviendo como siempre?! ¡Como siempre!...
¿Y ahora? ¿Qué voy a hacer ahora?... Tampoco he dormido mucho. Por momentos se me cierran los ojos pero el miedo no me deja… Tengo mucho miedo, tal vez esos cabrones agarraron a alguien. Alguien que pueda delatarme. ¿Y si agarraron a Aura? ¿Y si la torturaron? Si la torturaron entonces tal vez ella misma les diga donde estoy. Tal vez lleguen por mi entonces…
¡Van a venir por mi! ¡No vinieron ayer, pero hoy sí! ¡Tal vez hoy sí lleguen!... Estoy vigilando por la ventana. Tengo mucho miedo de que lleguen por mi…
Ayer en la noche pasaron dos carros negros, de esos que tienen su “antenita”… ¡Me están vigilando!... ¡Van a venir por mi!... ¡Por mi!...
Ayer no lo hicieron, tal vez ayer no era mi noche. Tal vez no me tocó… Tal vez ayer dos de octubre no me tocó. Quizás mi noche es hoy. Hoy 3 de octubre…
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Así apareció publicado originalmente este texto en las páginas del segundo
número de Generación Z, editado por Cultura Joven, AC, en 1998 |
* Este texto fue escrito originalmente para ser publicado en la revista Generación Z, que existió entre 1998 y 1999, con tres ediciones. La revista nació en el seno de Cultura Joven, una organización civil que fundó Juan Machín en Cuernavaca a mediados de los 90 y que me tocó coordinar justo hasta el 2001. El texto 3 de octubre está basado en historias del libro 68, de Paco Ignacio Taibo II. La versión original sólo aparece en algunos ejemplares en físico que todavía andan rodando por ahí, y en internet en un sitio para subir documentos en PDF. Esta versión fue reescrita para el 50 aniversario de la masacre de Tlaltelolco. Es mi humilde homenaje.