Enero: casi 80 ejecuciones; Cuau-Vera, posible frente opositor
Jaime Luis Brito
La desaparición de un joven adolescente, menor de edad, por parte
de policías de la Ciudad de México, a quien podrían haberlo sometido a tortura
psicológica por cinco o seis días, dejándolo con un cuadro de delirio y
confusión, del que será difícil reponerse y que afectará su vida y la de sus
familiares y amigos.
No sólo un caso de abuso policiaco más. Estamos ante la presencia
de un acto en el que, al cúmulo de desapariciones por parte de grupos de la
delincuencia organizada, se suma la desaparición forzada perpetrada por grupos
policiacos que deberían proteger a la ciudadanía.
En un escenario de militarización, como el que vive México, en
donde se ha legalizado la función del ejército en labores de seguridad
interior, permitir que acciones como esta permanezcan en la impunidad
garantizan que se repitan una y otra vez en detrimento de los grupos menos
favorecidos, asegurando la guerra de exterminio que padecen, por ejemplo, los
jóvenes mexicanos.
Ahora fue Marco Antonio, pero antes fueron las masacres en las que
han participado militares y policías en distintos puntos del país. El caso más
sonado es el de Tlatlaya, una comunidad del Estado de México, en la que
efectivos militares y agentes de la Procuraduría General de la República (PGR)
habrían masacrado a 22 personas, a 15 de las cuales las habrían ejecutado
sumariamente. Este asunto continúa en la impunidad.
Pero también están otras historias, como la ocurrida apenas el 30
de noviembre, cuando un comando armado policiaco masacró a una familia en la
colonia Rubén Jaramillo del municipio de Temixco. Según la versión oficial, las
cuatro mujeres, el adolescente y la bebé asesinados esa madrugada en su propio
domicilio, habrían muerto por el fuego cruzado. Sin embargo, las imágenes que
fueron difundidas días después, dejan serias dudas de que así haya sido. Este
asunto no se ha investigado a fondo y continúa en la impunidad.
Hasta ahora, los mecanismos que el Estado mexicano ha creado para
servir de contrapeso para evitar los abusos de parte de las fuerzas armadas y
del orden, simplemente no funcionan, porque la corrupción y la impunidad se
prohíjan casi de manera dialéctica. La primera engendra a la otra y viceversa.
Por ello, estamos en riesgo todos, mientras la clase política decide que es
posible un retroceso como la Ley de Seguridad Interior.
El mayor de nuestros problemas es que en el escenario electoral
que hoy padecemos, ninguna de las opciones se muestra al menos un poco preocupada
por esta circunstancia. Más bien al contrario, las opciones que supuestamente
impulsan “un cambio”, en realidad en sus documentos formales, se plantean hacer
lo mismo, militarizar, es decir, combatir el crimen con estrategias de fuerza y
no de prevención o cambio en las condiciones que son caldo de cultivo.
La opción que observo son la construcción de poder popular en
espacios locales, la defensa del territorio y la construcción autonomía, como
lo plantean los zapatistas o los pueblos y comunidades en resistencia. Porque a
nivel macro, en el país, las opciones no tienen buena cara.
Por lo pronto, las imágenes que corren en las redes sobre el joven
desaparecido varios días por la policía de la capital del país, son la
revictimización de una persona que ha sufrido serios abusos provocados por
agentes del Estado, y todo parece indicar que será una más de las historias de
impunidad.
Engranes: Culmina el mes de enero y son al menos 75 personas asesinadas, más
las que se acumulen en estas últimas horas. La estrategia del Mando Único no
funciona y sin embargo, el gobierno de Graco Ramírez, en sus últimos
estertores, prefiere armar una fiesta en la que actúa como payaso y da
medallitas a los perros, a los que proclama héroes… Por cierto que en Casa
Morelos deben estar temblando. Ayer circuló una fotografía de una reunión en la
que participaron Cuauhtémoc Blanco Bravo y Jesús Alejandro Vera Jiménez. Ambos
han afirmado en espacios por separado que buscan construir un frente común
opositor a la continuidad del proyecto de Graco Ramírez que encarna su hijastro
Rodrigo Gayosso Cepeda. Fue un primer acercamiento, todavía queda trecho hasta
el 1º de julio…
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